3 diciembre, 2024
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Hablemos de: donación de órganos

El pasado día 24 de febrero de 2016 fue un día para sentirse orgulloso de vivir donde vivimos: España alcanzó el trasplante número 100.000, que se llevó acabo en el Hospital Dr. Peset de Valencia. En la actualidad, España ocupa el primer puesto a nivel mundial en tasas de donación de órganos (39,6 por millón de población) por encima de países de nuestro entorno o como EEUU. ¡Todo no podía ser tan malo aquí!

            Bajo estos espectaculares números se esconden el trabajo de muchos profesionales que se encargan de la detección, mantenimiento del donante, para que otros extraigan los órganos, a la vez que se prepara el receptor para el implante del injerto. Pero, no nos olvidemos de los principales protagonistas: el donante y su familia.

            En la lejanía todos somos conscientes de la importancia de la donación de órganos, gracias a las campañas de divulgación que la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) ha promovido en los distintos medios de comunicación.

Ello ha permitido que la opinión pública vea la donación como un proceso alejado del oscurantismo y secretismo que el mundo del trasplante se ha visto rodeado, y se plantee abiertamente ser donante de órganos.

 ¡Pero una cosa es lo que podamos decir en una reunión distendida con amigos o familia y otra cosa es estar con un familiar ingresado en una Unidad de Críticos, donde los médicos responsables de nuestro familiar no guardan ninguna esperanza que el paciente pueda sobrevivir!.

 Nuestra disposición abierta y sincera a la donación, se ve interferida por el estrés emocional de la muerte de un ser querido (muchas veces repentina), al que se suma la solicitud de donación por parte del equipo de coordinación de trasplantes.

 Lo que resulta natural en un momento de dado, se torna francamente difícil por la pérdida del ser querido y los sentimientos de impotencia, rabia, pérdida, soledad, y tantos otros, lo que nos llevará a querer parar cuanto antes, pasar página y no contemplar la donación como una oportunidad.

Es una oportunidad porque nos podría ayudar a enfrentarnos a la pérdida, ya que la muerte será vida y la pérdida de nuestro familiar no habría sido en balde.

Es una oportunidad porque la donación es el acto de generosidad más grande que una persona puede ofrecer en un momento tan crítico, y es ofrecer la vida que nuestro ser querido no tiene para que otros la puedan tener.

 Y por último, es una oportunidad para adentrarnos en lo que la persona fallecida querría, si hubiese tenido oportunidad de opinar sobre la donación y poder analizar cuanto de generosa habría sido.

            Con estos comentarios sólo quiero que reflexionemos sobre la importancia que este proceso conlleva y las connotaciones negativas y positivas derivadas de una negativa familiar a la donación de órganos, y en el caso que nos viésemos reflejados en lo que escrito, no nos dejemos llevar por lo que aparentemente es mejor.

 Y como reza una frase de la campaña de la ONT en la que aparece el cielo: “Deje sus órganos abajo. Gracias”.

A. Belenguer

Médico Intensivista

Coordinación de Trasplantes.